Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

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Actualidad de nuestros Grupos. Conversación y ritmo, Osvaldo Saidón


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Actualidad de nuestros Grupos. Conversación y ritmo.[1]

                                                                                                 Osvaldo Saidón

Será especialmente difícil en estos tiempos que corren cumplir con la pretensión de actualidad que el título convoca. Seguramente en el momento de ser leído este trabajo, muchas de las descripciones realizadas pertenecerán al pasado, y esto no solo por la inevitable flecha del tiempo que no puede detener el devenir del acontecimiento. Es que en estas épocas en nuestros países una ola restauradora recorre la sociedad y vemos cómo se van diluyendo muchas de las novedades socio-culturales que se lograron conquistar en estos años. En el momento que me dispongo a corregir este trabajo, justamente recibo un mail donde me comunican que en el nuevo gobierno brasilero ya se ven intentos de disolver el trabajo de clínica de testimonio que se venía realizando por varios de los colegas que comparten nuestra concepción operativa. Es un trabajo de atención y de reflexión grupal con las víctimas directas e indirectas de la violencia del terrorismo de estado, y que inspira muchas de las ideas aquí desarrolladas. Mantendré a pesar de esto el título, como una forma de dejar constancia de que justamente el cambio, el devenir, los avances y retrocesos del social histórico impregnan permanentemente las interacciones grupales y los dispositivos que ponemos en uso en cada momento.

El social histórico siempre ha estado presente en las interacciones grupales. Mucho más cuando las miramos desde una concepción operativa, y cuando la pesquisa que llevamos adelante se realiza en instituciones públicas, en organizaciones de derechos humanos o en institutos de salud o de enseñanza pública.

Los últimos acontecimientos en nuestros países implican un retroceso en el llamado campo popular. El fracaso electoral, y la promoción de golpes institucionales en contra de lo que podríamos llamar, sin demasiada precisión, de fuerzas progresistas, reclaman retomar con más insistencia que nunca lo que hoy en día llamamos abiertamente de clínica política tanto en el trabajo asistencial, como institucional en grupos.

Nuestra investigación, tanto por fuerza de los hechos como por el tipo de demanda que nos ha llegado, se ha inclinado en relación a tareas ligadas a la coordinación de grupos amplios y asambleas que nos plantean nuevos desafíos para la concepción operativa.

Asimismo en la Argentina, en los últimos doce años, se ha profundizado e institucionalizado la relación que se da entre el estado y los grupos y personas que venían desarrollando su trabajo desde el movimiento social. En la década del 90 esos mismos movimientos sociales estuvieron al margen e incluso en franco enfrentamiento con las políticas de estado. A partir del año 2000 una gran parte del movimiento social ha comenzado a participar y desarrollar una cierta cultura política en el interior de la gestión del estado.

Esta situación ha ido creando en ese sentido una figura mixta entre militante y funcionario y o empleado del estado, que promueve un tipo de subjetividad que se ve reflejada en las interacciones grupales en los diferentes espacios institucionales que nos ha tocado actuar. Debemos prestar especial atención a esta cuestión que produce una serie de ambigüedades en la dinámica social y en los grupos que la llevan adelante. Particularmente en los grupos que pertenecen a diversos organismos de derechos humanos donde nos ha tocado intervenir, son un lugar donde este debate sigue abierto.

Pero a la hora de escribir estas reflexiones debemos señalar que el actual abandono y desfinanciamiento de los programas sociales que llevan adelante las fuerzas neoliberales en estas épocas, a partir del momento que las corporaciones económicas asaltan y asumen los gobiernos, están replanteando de manera dramática esta relación.

Esta compleja situación modula de una manera singular el tipo de interacción que vemos aparecer en los grupos, en los colectivos de derechos humanos y en diversos movimientos sociales donde asistimos a un devenir que coloca un horizonte lleno de incertidumbres.

Esta misma situación, ambigua y contradictoria, cargada de nuevas potencias por un lado o entrando en crisis en otros momentos, es origen de padecimientos y de diversas producciones subjetivantes, lo que ha producido una demanda de análisis en muchos de estos grupos.

Como mencionábamos antes, el trabajo grupal en estas instituciones se ha desarrollado mayoritariamente en espacios asamblearios o en grupos supernumerarios, que requieren de nosotros la formulación de un pensamiento sobre la coordinación de modo que permita la emergencia de analizadores que posibiliten una creciente autonomía de los grupos en análisis, así como una reflexión sobre los nuevos desafíos que nos colocan las actuales políticas regresivas.

No se trata simplemente de una reformulación de los instrumentos técnicos y o metodológicos de los que disponemos, sino de habilitar la producción de conceptos, de ideas y de acciones que nos habiliten una novedosa producción de sentidos.

Este pensar se da de hecho en un proceso de investigación activa donde los instrumentos, el encuadre y la estrategia de trabajo se van generando y discutiendo en el propio proceso.

Por otra parte el trabajo de la coordinación requiere un ejercicio de improvisación, que se haga cargo de ritmos no previsibles, de movimientos que se crean y se realizan en un aquí y ahora del acontecer grupal.

Es en el interior, o mejor, en el entramado de las situaciones de conflicto donde se hacen visibles las crisis que viven y transitan los nuevos protagonistas que aparecen en este campo como respuesta a la caída de la representación política que se ve surgir por todas partes.

Los movimientos juveniles de protesta por el boleto estudiantil, los colegios secundarios ocupados, el enfrentamiento y la desobediencia civil ante las subas de precios en los servicios, son la expresión visible de las pugnas micro políticas que vemos aparecer en estos últimos tiempos.

Peter Pelbart, al referirse al corte que en la continuidad de nuestro tiempo político protagonizaron los secundaristas en Brasil, nos dice: “Esto significa que la percepción social y la sensibilidad colectiva en la ciudad de San Pablo sufrieron una inflexión. Es toda la dificultad de una ruptura. Ella no puede ser leída apenas con las categorías disponibles antes de ella, categorías esas que la ruptura está justamente en vías de colocar en jaque. La mejor manera de matar un acontecimiento de este orden es reinsertarlo en el encadenamiento causal, reduciéndolo a los factores diversos que lo explicarían y lo agotarían, en lugar de desdoblar aquello que ellos traen embutido, todavía de un modo balbuceante o embrionario, de nuevo, de inaugural, de fundante” (Carta abierta a los secundaristas de Peter Pal Pelbart).

Una teoría de los grupúsculos que van apareciendo como modo de resistencia o de insurrección ante esta renovada avanzada neoliberal, precisa de una concepción operativa que se haga cargo de lo intempestivo al mismo tiempo que pueda ser posibilitadora de una interacción que potencie a los cuerpos y a sus pensares.

En este sentido, nos parece un momento propicio para interpelar nuestra concepción sobre los grupos y los modos de análisis e intervención a través de la invención de conceptos, de la promoción de un pensamiento sutil como nos señala De Brasi, que nos posibilite sostenernos curiosos y activos ante las regresiones y las novedades sociales que se nos presentan.

Pasaremos entonces, si nos permiten un salto, hacia las prácticas que realizamos. Citemos algunos conceptos que nos han sido útiles en estos tiempos para desarrollar una clínica que apunte a la transformación y a la sustentabilidad de los múltiples procesos de autonomía en curso. Es el modo que encontramos de corrernos de esa marejada de información que nos deja sin otra opción que el adaptacionismo y la resignación.

Trataré de desarrollar algunos de los pensamientos que convocan las ideas de ritmo y conversación, y que nos han sido especialmente fecundas en las pesquisas con estos grupos.

Digamos que entendemos por ritmo la capacidad de acompañar incluyendo la diversidad, habilitando lo múltiple y el imprevisto, huyendo de las generalidades pero manteniendo un pulso. Desde esta perspectiva al pulso, al ritmo regular, ese es el nombre que nosotros le podríamos dar para al encuadre grupal.

Ya hemos insistido sobre la imposibilidad de preconcebir lo que viene. Ante la incertidumbre se nos abre la posibilidad de ir construyendo una clínica que se haga cargo de lo intempestivo, un ritmo que acompaña pero también propone. Hemos visto asimismo por otra parte que son las minorías de las más diversas características las que suelen portar y sostener estos ritmos, estos devenires inusitados en ciertos momentos.

Es en la música y en la poesía donde encontramos referencias para nuestras ideas sobre ritmo.

Un ritmo que surge —como quería el gran músico Messiaen— de escuchar a los pájaros y registrarlos sin pretender extraer leyes fijas de ese movimiento. “Que todo desemboque en ese Ritmo hecho de duraciones libres y distintas“, dice el poeta Arturo Carrera en su ensayo sobre Ritmo y Misterio. “Entiendo la poesía como un dialecto. La fuerza de una pequeña lengua que se injertó en mi lengua y cambió el ritmo de mi escritura. Un dialecto prohibido en nombre de una lengua oficial. Incluso el lector va a encontrar pedacitos del dialecto de mis abuelos sicilianos. En mi infancia escuché ese dialecto, lo aprendí, se me pegó.”

Podemos dar el nombre de latencia, de inconsciente productivo, a ese dialecto que lo lleva al poeta a un cambio de un ritmo que adviene en la conversación grupal. ¿Nos dará el poeta esa licencia?

En los grupos pequeños o en los grandes grupos que nos ha tocado intervenir en estos últimos tiempos, hemos visto que debíamos remover la amargura y no dejarnos invadir por la desazón que ha producido las últimas elecciones en Argentina y ese golpe blanco que se ha dado en Brasil, y alargar la problemática mas allá de las cuestiones de estado que son inoculadas por la “midia” de una manera que dejan inerme y fuera de juego a los llamados ciudadanos comunes.

Es por eso que esos grupos que se mueven al margen de la agenda que instalan la midia y la clase política plantean toda una enseñanza para nuestra propia agenda de análisis e intervención.

En la mayoría de los casos cuando hablábamos de ritmo en relación al modo en que se está desarrollando el proceso grupal lo hacíamos desde una perspectiva metodológica. Quién habla, quién se repite, el uso más o menos compartido de la palabra, la frecuencia de las reuniones. El encuadre, sus modificaciones, repeticiones y diferencias en el proceso grupal, expresadas a través del tiempo de lo que se habla y de lo que se calla. Los murmullos, los silencios, los ruidos y su duración…

Hoy nos gustaría, al referirnos al ritmo, poner menos énfasis en la duración y más en la intensidad. Sería un pasaje del plano de organización al plano de consistencia y de la pura inmanencia. Hablar y al mismo tiempo escuchar, sentir y pensar en la producción del acontecer grupal.

¡Qué difícil es la conversación y qué natural cuando se nos revela como posible!

La conversación que propiciamos se manifiesta con un tipo de materialidad que nos permite avanzar aunque no conozcamos la próxima nota. Sin prevenciones, sin predeterminados, una alternancia sedosa, un intercambio intenso pero con la suavidad de lo liso en algunas situaciones. En otros casos lo intempestivo, la crisis y la insurrección grupal, la inauguración de otra escucha y otro tipo de intercambios en la conversación.

Ausencia de la paranoia y al mismo tiempo habilitando la posibilidad de la huida y la sensación de un tiempo que no nos espera sino que se abre en el devenir de la propia conversación. Por lo tanto no se trata solamente de un encuadre que flexibiliza simplemente algunas líneas segmentadas.

Pensamos el proceso, digámoslo de nuevo, como la creación de un cuadro, de un poema del que sabemos cuándo comienza pero no hacia dónde va, como en el cine cuando se enciende la pantalla y aparece la máxima afectación y ya no importa el fin pues allí se inaugura un sentido. En el grupo el coordinador enciende, lanza un “empezamos” y recién allí se crea el mundo de la interacción grupal, concatenación de signos, miradas tensiones, gestos, construcción inmanente de un nosotros que no existe sino en el ejercicio de la propia experiencia sensible aquí y ahora y que tiene un comienzo que insiste, que persiste, que está siempre ahí.

Bazin decía que el film tiene un inicio pero no tiene nunca un final. Este exnihilo que acontece al principio de un film, pasa cada mañana cuando toma cuerpo el mundo de la significación. Sostener la creación, es buscar el goce en otro mundo. El mundo del arte goza con esta absoluta gratuidad y contingencia de que la juissance, el goce se produce, por el hecho de que haya creación de mundos .Proponemos una escena, otro abordaje de un tema, hace aparición lo intempestivo.

La intensidad se expresa como el fin de la representación, como imitación o como copia. Sin cliché en la pintura, sin sketch en el teatro, sin interpretación familiarística en la coordinación.

Plano de inmanencia que sabemos finito, y a pesar de eso suspende la angustia de muerte que habita en los cuerpos solapadamente en la tan mal llamada ansiedad.

Anhelo grupal sería la palabra tal vez para definir el común que va fundando ese ritmo que desorganiza y reorganiza la gramática de los cuerpos allí presentes.

Por todo esto, como esta reunión de grupalistas nos muestra, no podemos prescindir del cara a cara en cuerpo presente. No podemos habitar ese ritmo vía Skype mediante, ni dejar a las telecomunicaciones como la tecnología de nuestro método. Tal vez deberíamos decir: todavía no podemos.

Sin duda ya hace una cantidad importante de años, se inauguró la posibilidad, no solamente se inauguró sino se habilitó la posibilidad de un pensamiento fecundo e inventivo desde un paradigma estético.

En ese sentido, ciertos conceptos como conversación, ligada a lo poético, el ritmo ligado a la música, o la idea de caos, ligada a la pintura, fueron produciendo y encontrando una energía para pensar en el modo en que se producen los procesos creativos en el acontecer clínico grupal.

No se trata solamente de ser creativo en la tarea de coordinación o de terapeuta; se trata de ver cómo los procesos creativos pueden mejorar el modo en que conceptualmente nos aproximamos a la realidad. Ya sea para comprenderla, entenderla, poetizarla, o intervenirla en el mejor de los casos.

Las últimas intervenciones y trabajos de coordinación de grupos nos han llevado a pensar en torno de las cuestiones que aparecen cuando trabajamos con grupos amplios o supernumerarios, tanto en formatos de lo que se llaman asambleas y / o grupos operativos o de diagnóstico e intervención institucional.

A partir de esto, el empleo de técnicas diversas, de psicodrama, de dinámica de grupo de grupo operativo o ejercicios lúdicos teatrales, en el proceso grupal, nos colocaron desafíos interesantes. Así pudimos incorporar a nuestro referencial, las cuestiones que giran alrededor de la conversación y el ritmo, y cómo estas se manifiestan en los grupos supernumerarios.

Apuntamos a una clínica que no se quede solamente en una intención familiarista sino que habilite el campo socio-histórico y sus derivas, y entonces nos interesa la detección de la palabra autoritaria y de sus efectos sobre la subjetivación. Los plurales modos de contra-efectuación que se realizan en las diferentes fases de la vida, las diversas relaciones, van construyendo la cartografía de los grupos que vamos habitando.

En la producción de la obra, en la producción de sus enunciados, deberíamos prestar especial atención a las fuerzas centrífugas que lleva a un plurilingüismo.

La conversación aquí entonces tiene la potencia de realizar esta tarea de transformar lo autoritario en persuasivo, o mejor sería decir, huir, escapar de lo autoritario, lo centralizado, el mercado, conducir a un campo donde lo imprevisible quede abierto, donde se realice la potencia de lo diverso haciendo uso tanto de la capacidad de artista que tiene todo coordinador grupal, como de la potencia artístico-estética que todo grupo —cuando no está sujetado totalmente— puede producir. La conversación tiene también la posibilidad de evitar que se transforme al pueblo en consumidores y a los grupos en listas, y a los navegantes de la web en base de datos a ser captada.

¿Qué hacemos entonces en la clínica? Nos juntamos dos a conversar sobre uno.

Allí no queremos convencer a nadie de nuestras percepciones, solo buscar estrategias para abrir nuevas percepciones. Allí nos expresamos, revisando y construyendo todo el tiempo las formas de expresión.

Así se va dando una clínica que en los grupos toma más claramente la forma de obra abierta…

En los grupos la conversación es coordinada por un terapeuta. Aquí toda la literatura en relación a la centralidad y a la opresión que se ejerce en los procesos comunicacionales, al papel subjetivante y uniformizante de los medios tiene que servirnos para repensar el lugar de la coordinación.

Cada vez siento con mayor fuerza —y dudo en decirlo de este modo— que la coordinación es propiciadora de la conversación cuando su función desaparece.

Cuando el coordinador ya es recibido con su palabra como uno más, como uno más de los enunciados que entran en la red discursiva, como uno más de los cerebros en cooperación que se suman a la red que está conectada a las redes que cada uno de los miembros conecta en cada momento…

“Aquí ya no me necesitan”, percibe el terapeuta de grupo, “estoy totalmente en sintonía con lo que ésta mujer piensa de sí y de su mundo, ya está”.

Qué tengo para decir: nada, conversar simplemente, bifurcar, invitar a la creación, a la ficción, a la poesía, así es una clínica del angustiado, del enfermo y del amigo, absolutamente confundidos y en una mezcla alegre y lúcida, como reclamaba Galeno para el amigo, o para el médico parresíaco.

El tono en cada situación es diferente, y si lo único que tenemos como estrategia es hacernos el muerto o el sabio judío, o el piadoso cristiano, nuestro potencial de posibilitar desvíos, de crear bifurcaciones se verá muy limitado.

Deberíamos invitar al paciente a que nos contagie con sus personajes, nos invada con sus mil máscaras que solo irán apareciendo cuando las características de la personalidad que transporta vayan encontrando la posibilidad de mezclarse con las otras del grupo, de los terapeutas, de los amigos.

“Por esta razón, el intercambio verbal no puede ser comprendido como una transmisión, como una comunicación gobernada por un código. Las teoría modernas de la información y de la comunicación fallan en comprender la conversación, porque no llegan a aprehender el intercambio verbal como un acontecimiento dialógico, como una co-creación y una coefectuación de la cooperación de las subjetividades cualesquiera. M. Lazzaratto en “Políticas del acontecimiento”.

Este mismo autor nos sigue diciendo que para Bajtin la conversación es una hermenéutica de lo cotidiano, que la comprensión y la interpretación son ellas mismas acontecimientos, aperturas diferenciantes, creación de posibles. Todo lo contrario de la opinión pública y de cómo la construyen los medios.

Por eso ya hace años intuíamos algo de esta arremetida ya casi obscena de la midia sobre la singularidad, cuando pensábamos que una de las funciones sociales cada vez más fundamental sería la contra efectuación de la hegemonía mediática. Hoy el desafío se ha incrementado, ante el suceso que la midia parece tener en la producción de subjetividades adaptadas y dominadas en vastas generalizaciones, donde la hegemonía del consumo como horizonte único seria inevitable.

Todas nuestras estrategias e innovaciones traen en común una necesidad de priorizar el devenir sobre la representación, ya que traen una dimensión de indeterminación, de inmanencia y de incertidumbre que obliga al cuestionamiento radical de los territorios existenciales que habitábamos. Territorios geográficos, teóricos y deseantes que convocan a hacer política en el sentido de buscar estrategias de empoderamiento, de consistencia novedosas en situaciones vulnerables y especialmente crueles que se actualizan permanentemente.

Al referirme en otro texto al exilio como orientador de un tipo de trabajo clínico grupal que fuimos adoptando, lo citaba a Paul Ricoeur cuando decía: “El duelo del exilio por la pérdida de la propia lengua también conlleva la felicidad de traducir. Este es un duelo que no obstante trae aparejado la felicidad de traducir, que es aceptar la diferencia, la distancia, y el acto creativo de descubrir”.

¡Cuantas orientaciones para el arte de interpretar y para dejar desplegar la multiplicidad en la coordinación de los grupos!

Habitar el cotidiano juntos, en terapias en ámbitos clínicos donde el terapeuta hablaba portugués y el paciente español, o viceversa, posibilitó muchas veces el ejercicio de un extraño tipo de traducción no literal pero si constructora de un común que traía un sentido nuevo. Este propio Centro de investigaciones grupales que constituimos se nutrió de esta lengua exilada que su mentor, Bauleo, practicaba con creativa y extraña fluidez. Producía la alegría del encuentro entre palabra y entendimiento al buscar juntos el sentido, en la clase o en la sesión. Esta actividad de traducción estaba en la base del acto creativo de inventar, que es una de las formas en que podemos convocar a la clínica.

Decimos inventar y no descubrir para poner nuestras herramientas clínicas en la dirección que nos indica un inconsciente productivo y no representativo, realizándose a partir de un caos creativo, más que adecuándolo a las grillas restrictivas de un Edipo familiarista.

En esta clínica habitamos territorios en los que nos enfrentamos con todo lo que da a pensar. Los duelos y las pérdidas, los encuentros y el caos, las traducciones y su imposibilidad, la huida, y la vulnerabilidad. Con los afectos, y las percepciones que surgieron en este transcurso venimos construyendo una clínica imperfecta.

En el tipo de grupos que nos ocupa, lo que se produce es un larga conversación sobre cómo hacer que la vida no se quede paralizada por esa disuasión, esa reflexión posibilista que somete los procesos creadores a lo previo, aplastando la invención y la producción deseante. La acción clínica, que muchas veces en su misión rehabilitadora deja de lado su dimensión de transformación para la que fue desarrollada, como lo anunciaba el propio Freud a su llegada a América al decirles: Les traigo “La peste”.

Peste es infección de presente y futuro imprevisibles. Así, el pensamiento clínico sacude a las ya bien instituidas pastorales protestantes en la producción subjetiva que venían desarrollándose en propuestas de apoyo yoico para las buenas conductas.

Es una buena noticia entonces que se vuelva insistir en nuestra época, como Nietzche lo hizo en la suya, en inundar la verdad con el arte más que con la filosofía, con la creatividad más que la moral, un paradigma estético la recorre. Cito a Bergson: “Es lo real lo que se hace posible y no lo posible lo que deviene real”, e inmediatamente agrega: “Pero lo cierto es que la filosofía jamás admitió francamente esta creación continua de imprevisible novedad”. Es por eso que la afirmación de una evolución creadora es una corajuda intervención en el modo en que habitamos el tiempo, casi una inversión donde la potencia está en el futuro para realizarse y no en el pasado como posible.

Cómo llevar adelante un proceso de investigación en grupos, que no evoluciona con la linealidad cronológica sino con la lógica imprevisible de la evolución creadora. Lo propio de la política y de la clínica no es explicar lo que va a hacer sino hacerlo. Causas y explicaciones inmanentes que surgen del propio acontecer. Es por eso que ama la acción, aun en el decir, en la conversación, dónde siempre es performativa. Podemos decir ahora que nuestra clínica, nuestra lectura, la conversación, el paseo infinito, que cuestiona el todo que nos precedería es otra cosa que la inteligencia. La inteligencia amiga de la regularidad y la estabilidad nos llena de convencimientos y de moral. Es una evolución que confunde y analoga el tiempo al espacio. El problema de la inteligencia surge cuando se implica en un uso para el cual no ha sido hecho: queriendo captar el fulgor, la variedad, el esfuerzo permanentemente renovado de la naturaleza. Una clínica sería la que procura los modos de ponerle un coto, una interrupción a la regularidad intelectiva, a la sintaxis, a la gramática de lo preexistente para que advengan los procesos imprevisibles. No dejar que en el pensar, el presente y el futuro se desarrollen exclusivamente desde el pasado, sino que inviertan ese movimiento e intervengan sobre el pasado. Porque lo posible no está inscripto en el pasado para realizarse –lo real se hace posible, el devenir ha sido facilitado en el proceso de investigación–.

El emergente no viene desde su inscripción en el pasado. No emerge, es una potencia que lo real segrega en su creación. Leonardo Montecchi al referirse a este tema nos hace ver que el cielo no es lugar para los emergentes, pero tampoco la dura materia. Los incorpóreos de los estoicos nos permiten transitar por todo ese misterio que rodea siempre a las apariciones, ya sean de causa física, química o fantasmal. Nos dice que entonces invitamos a los fantasmas a entrar por la puerta y a poner palabras, cuando dejamos el susto de verlos mover las cortinas de las ventanas. Entonces conversamos de ellos y con ellos, y le damos una ocasión a la imaginación radical.

Esto nos habilita nuevamente a producir pensamiento sobre el emergente, o sobre el análisis de la interacción, lo que nos posibilita la trascripción del registro del grupo de un modo más libre. Con la libertad de movimientos, en lugar de la interpretación que nos fija en un significante único. Lanzar un devenir que arrastra, claro, al propio observador y al coordinador en un proceso de implicación donde vamos moviéndonos a un ritmo que no terminamos nunca de determinar, pero que lleva la potencia y la alegría del encuentro.

Aquí en este teatro, en esta política, hay un modo de vivir para seguir ensayando, y que nos propone estar atentos a nuevos modos de implicación en la labor con los grupos.

Estos modos de encarar la autogestión que hace ya largos años se han incluido en nuestra investigación con el trabajo de grupos, han posibilitado un tipo de interacción donde los lugares de los usuarios, de los pacientes afectados por el terrorismo de estado, de las víctimas de violencia y tortura en el sistema carcelario o manicomial, y de aquellos que desarrollan su actividad clínica con esos sectores se ven mutuamente implicados. En este sentido las analistas institucionales y los coordinadores de grupo estamos en ese mismo territorio pantanoso que abarca la mezcla entre actividad militante y o profesional que citábamos al comienzo del trabajo.

Esto genera procesos de aprendizaje y de cooperación que hoy son particularmente necesarios de estudiar para una clínica política o clínica del testimonio, que de cuenta de los agrupamientos que se vienen planteando en nuestra época.

Nos referimos con esto: desde las manifestaciones por el boleto estudiantil, los colegios ocupados o las fábricas recuperadas, hasta los movimientos políticos que ya consiguen disputar votos con los grandes partidos tradicionales, como en España, Italia, Grecia, Brasil. Movimientos que se expresan muchas veces más que desde una propuesta de poder político, como una intervención sobre la vida cotidiana.

Aquí retornamos al tipo de trabajo grupal que mencionábamos al principio, caracterizado no solo como una actividad profesional, o desde un cierto saber técnico metodológico, sino compartiendo un espacio de creatividad, un común militante y una relación con el estado llena de contradicciones, de avances y retrocesos que requieren de un ritmo, una sensibilidad que está siendo desarrollada en el propio plano de inmanencia que trazan los acontecimientos.

Bibliografía citada en este trabajo

Arturo Carrera. “Misterio Ritmo” Ed Espacio Hudson.

Peter Pal Pelbart “Carta aberta aos secundaristas” Ed N-1 edicoes.

Mauricio Lazzaratto “Política del acontecimiento “ Ed Paidos.

Leonardo Montecchi “Artículo sobre el emergente” Comunicación interna.


[1] Presentado en la Asamblea internacional sobre investigación en la Concepción Operativa de Grupo, Rimini, 20-22 de octubre de 2016

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